Armando Torres Michúa

Leticia Ocharán, pintora, grabadora, dibujante, crítica y promotora de arte, así como defensora de los derechos y tareas gremiales de los artistas plásticos, aparece siempre como una infatigable especialista de la plástica mexicana. Penetrante y hábil conocedora de técnicas y recursos estéticos, Leticia Ocharán explora hoy una variada gama de posibilidades expresivas del dibujo en esta serie que reúne experiencias tanto gráficas como conceptuales y hasta políticas.

Las obras que presenta no son ni meros esbozos o bosquejos, ni tampoco ilustraciones de un acontecimiento, sino ensayos dibujísticos que parten de la ambigüedad con la que entiende el concepto de dibujo y una loable capacidad de transmutar sus observaciones sobre la realidad. Por ello la variante y el desarrollo de diversos recursos expresivos, que se encuentran en las distintas técnicas, y el enfoque, de acertada actualidad, de los hechos que la motivan.

De ahí la eficacia de la conjunción en la variedad de procedimientos que Leticia Ocharán propone. Los trazos del carbón, la pluma, el pastel, el pincel o el lápiz le sirven para obtener distintas calidades y efectos que están en función de la propuesta de cada imagen, y por ello cambian de uno a otro. En ocasiones, con el mismo medio puede rayar o delinear, para, en otras, manchar o destacar un motivo y hasta proveerse de recursos de raigambre pictoricista (como la pistola de aire) o del diseño (como la tipografía por medio de plantillas).

En esta serie de dibujos puede apreciarse desde el proverbial empleo del dibujo lineal y claroscurista (por ejemplo, en las figuras de Réquiem por un estudiante), hasta la actividad gestual en la que rayones, salpicados, manchas y pincelazos dan contexto o conforman las figuras, pasando por el empleo de contornos ágiles y recompuestos, o esquemáticos y sintéticos (La danza macabra, La muerte no es verdad). En algunas composiciones se advierte una recuperación del sentido del graffiti y el valor del contraste entre las letras manuscritas, las grafías y los perfiles recortados de los signos tipográficos (Sala de espera, Cancelado).

Una temática que recupera el sentido de lo cotidiano y que es a la vez un testimonio de acontecimientos históricos (la represión, los halcones, el sentido opresivo de la realidad, que se encuentra en la basura o en la miseria) preside su actividad dibujística. Por eso las menciones del ´68, de los halcones del ´71 y el carácter caógeno de muchas de sus escenas o la aparición de perros furibundos o personas caídas o comiendo.

Más que un ejercicio de estilo (en el que se aprecia su conocimiento visual del arte, en especial del mexicano), este conjunto de dibujos le sirve a la artista para intentar actualizar una visión social (muy concreta en nuestro país) sobre una finalidad primordial del arte: el compromiso social y político, y la memoria histórica. No obstante, Leticia Ocharán parafrasea, a veces, o recrea, en otras, a grandes artistas o corrientes del arte mexicano. Se advierten atinados ecos orozquistas y siquerianos (El chisme, "Serie de Muydbridge", La danza macabra, Mujeres bajo la lluvia).

Muchas de las imágenes que logra Leticia Ocharán se actualizan con recursos muy contrastados que provienen de campos como la figuración narrativa, el acento expresionista, la apariencia del bosquejo, la intención gráfica de conferirle valor de obra terminada al apunte callejero o al estudio recompuesto.

Una señalada particularidad del estilo personal ocharense de estos cuadros es el interés de poner en contexto elementos y figuras. Con ello enriquece no sólo las imágenes, sino que facilita la interpretación o lectura, pero, al mismo tiempo, sobrepone u oculta personajes, con lo que agrega dinamismo a la composición y evita simplismos. Se trata de obras de exaltados valores y contrastes claroscuristas, y, a pesar de la multiplicidad de detalles, ostentan, casi siempre, una claridad compositiva dentro de su complejidad de propuestas y significados.

Lo que confiere unidad a composiciones de tan marcada diversificación temática, y aún técnica, es el ambiente de conglomerado urbano, de sentimiento opresivo de la realidad, de testimonio plástico anclado en experiencias comunes a todos nosotros, las referencias conceptuales: (PRI-VADO) y las cancelaciones de una imagen con rayados, letreros, corrimientos y ensuciados.

Dibujos de atractivo poderoso, no pretenden, no obstante, gustar o ser bonitos -y no nada más por las marcas informales o expresionistas-, como dar cuenta de una forma de apreciar la realidad. Son, además, ejemplares en el sentido de mostrar una preocupación por los contenidos y no meros ejercicios formalistas. A mi parecer, denuncian un entorno ominoso y, de alguna manera, recuerdan que la contaminación no es meramente un problema de destrucción de la naturaleza como de acumulación o descuido del ambiente que nos rodea.

LETICIA OCHARÁN: LA URBE QUE FUE CLARA
Edit. Claves Latinoamericanas
1997


Obra Leticia Ocharán