Leticia Ocharán fue un talento y un impulso creador que, como muchos otros importantes artistas mexicanos, desarrolló lo más trascendente de su obra pictórica en la atmósfera coyoacanense.

“Una semblanza”
Berta Taracena

Leticia Ocharán (1942-1997) destacó en la crítica de arte con ensayos, estudios, artículos y textos monográficos. Considerada de físico muy atractivo, fue una de esas rubias tabasqueñas de ojos verdes, que alternan sus estudios y vasta cultura, con el trabajo del hogar y la dirección de una familia, para sobresalir en todo cuanto emprenden.

Pintora, muralista, grabadora y creadora original de dibujos animados para cine, dio clases de grabado en metal en el Taller de la Gráfica Popular del cual formó parte y de donde derivó su gusto por la crítica del arte en el difícil campo de la gráfica y de la historia de la estampa en México. Relata el grabador Carlos García Estrada -sobre quien Leticia escribió valiosos ensayos- que cuando él vio bailando juntos a Leticia y a su esposo, el poeta Roberto López Moreno, él que decía que no sabía bailar, supo lo que podía ser la elegancia y la belleza en este tipo de esparcimiento.

Yo traté de cerca a Leticia Ocharán, durante un viaje que ambas hicimos a Tabasco en 1993 comisionadas para hacer una investigación, ella sobre pintura y sobre escultura de Tabasco para la colaboración que se incluyó en la Enciclopedia de Tabasco publicada en 1995. Durante estos días de convivencia me di cuenta de lo mucho que apreciaban a esta artista en su tierra natal y pude advertir igualmente la pureza de su espíritu, su inocencia y sencillez para tomar con naturalidad soluciones frente a cualquier situación social o profesional. Departimos durante aquella semana memorable, a lo largo de tres comidas al día, maravillándonos en cada ocasión de la esplendidez de la cocina tabasqueña y de los productos de esa tierra, confirmando una vez más que el modo de vivir y el genio artístico son indivisibles en la expresión de una gran cultura.

En el momento de morir proyectaba un importante trabajo sobre la historia de la mujer en la plástica de América Latina tema adecuado por el talento de Ocharán para las narraciones amplias y complejas que dejó en murales, pinturas de caballete y otras técnicas, con una coherencia expresiva rara por directa y elocuente.Pintora de eros y tánatos, figuraciones y transfiguraciones, Leticia realizó un mural en relieve para el parque La Choca (Villahermosa) y otro titulado Nuestros orígenes para el Museo de La Venta (La Venta, Tabasco) y recibió el premio Juchimán de plata de la Universidad Autónoma de Tabasco.

En el momento de morir proyectaba un importante trabajo sobre la historia de la mujer en la plástica de América Latina tema adecuado por el talento de Ocharán para las narraciones amplias y complejas que dejó en murales, pinturas de caballete y otras técnicas, con una coherencia expresiva rara por directa y elocuente. En estos terrenos íntimos de la creación, en donde se efectúa la lucha de contrarios y en donde la pintura, del mismo modo que la crítica o la literatura tienen que enfrentarse con la realidad hasta lograr ascender a la cima, Leticia Ocharán tuvo que librar una disciplinada batalla para salir adelante y consiguió lo que se proponía.

Artista y maestra comprendió que su trabajo abarcaba muchas cosas; como la capacidad de inventiva, la imaginación y la sensibilidad que es menester pulir y la vocación, que invariablemente exige tareas de ardua disciplina, y por otro lado, no menos importante, la adquisición de cultura histórica y artística que se traduce en el respeto a la patria y el dominio del oficio que es la poesía de la forma, el color y la palabra y en todos los casos, la expresión de un estilo propio. Estilo que Leticia Ocharán supo lograr en su vida diaria y en su arte que además de pintura, mural, gráfica y dibujo animado se extendió a la poesía visual, el performance y las instalaciones, siempre en terrenos de la independencia y la total libertad de ideas y pensamientos.

Noviembre de 1997
Ciudad de México

*Escrito para el número 12 de la revista Zurda

“Los derechos de los artistas”
Leticia Ocharán

La condición social del artista ha presentado en todos los tiempos evidencias de inseguridad en la vida real. La lucha para conquistar beneficios para su desarrollo tiene también una larga trayectoria. Estos derechos artísticos aplicados legalmente son producto de un amplio y minucioso análisis, derechos surgidos de una realidad en los terrenos de la educación, profesionales y creativos. Sus actividades y su futuro están sujetos en la mayoría de las ocasiones a la decisión de los funcionarios públicos que dirigen los organismos de cultura.

Los artistas mexicanos se han destacado durante este siglo por defender sus derechos artísticos, morales y patrimoniales. Como ejemplo cito la actitud de los pintores muralistas, sus luchas y sus exigencias de lo que por derecho les correspondía.

En 1978 el arquitecto y pintor Juan O´Gorman envió una carta a los gobiernos de América Latina y el Caribe aprovechando la oportunidad que se le ofrecía de dirigirse a ellos en la AMERICACULT, Conferencia General de la UNESCO sobre las políticas culturales en esta región, en Bogotá, Colombia.

La Carta O´Gorman pedía la aprobación de los asistentes a la AMERICACULT de la exención de impuestos para los artistas; la adopción de los convenios internacionales de Bruselas y Florencia correspondientes al libre tránsito de artistas con su obra por las aduanas; un porcentaje sobre todo gasto de construcción (estimado del 1 al 2 por ciento) para adquirir obras de arte originales incorporadas a la arquitectura. Estas peticiones fueron aprobadas por unanimidad por los ministros de gobierno presentes en la Conferencia, sin que hasta la fecha se hayan cumplido.

En 1979, durante el IX Congreso de la Asociación Internacional de Artes Plásticas (AIAP/UNESCO) el Comité Nacional Mexicano presidido entonces por Jorge González Camarena, presentó un proyecto de resolución donde se recordaba que el desarrollo cultural debe ir a la par del desarrollo económico y que el artista es la fuente principal de toda la vida cultural, solicitando por este y otros motivos que: -entre otras medidas-, se garantizara la seguridad jurídica, económica y social de los artistas; se suprimieran los cargos fiscales que afectan la creación artística, y se facilitara el paso por las fronteras de los artistas al transportar sus obras.

Esa resolución fue aprobada por la AIAP/UNESCO llevándola como propuesta a la 21 Conferencia de la UNESCO en Belgrado, el 27 de octubre de 1980, para elaborar la Resolución relativa a la Condición del Artista. Tanto en esas dos Conferencias de la UNESCO como en la MUNDIACULT (México, 1982) nuestro gobierno suscribió fundamentales recomendaciones para la protección de los artistas y su obra. En todos los casos se incluía el compromiso de liberar de cargas fiscales a los autores de obras de artes plásticas. Pero sin difundir los motivos, se continúa sin adoptar los convenios de Bruselas y Florencia para el libre tránsito de artistas con su obra por las aduanas.

Los artistas de América Latina, como pudo observarse en la reunión regional de la AIAP/UNESCO en La Paz, Bolivia, en 1991, se encuentran perfectamente desprotegidos en materia legal y social. Su calidad de profesionales independientes no está debidamente regulada por la ley, y como consecuencia de ello no se respetan sus derechos. Tanto ellos como su obra están expuestos a múltiples atropellos. No existe una ley que tome en cuenta el Derecho de Reventa, ni el Derecho de Exhibición, ni existe una ley de seguridad social del artista, y tampoco una ley de profesionalización del artista. Los países europeos cuentan con toda esta protección jurídica y social.

En México el vacío de estas leyes genera constantes conflictos entre los artistas y los promotores, difusores y clientes.

La Resolución relativa a la Condición del Artista aprobada en su 21 Reunión de la Conferencia General de la UNESCO, tiende a convertirse en letra muerta si no se emiten leyes que permitan su adecuada aplicación. Y esta es una tarea que tiene que realizarse en cada país, porque los aspectos de derecho fiscal y social son diferentes en el mundo entero. Dejemos de ver la realidad del artista tan románticamente como se describe en la literatura del XIX. Un estatuto profesional del artista contribuirá en gran medida al desarrollo de una vida cultural más rica y digna. En México esto no puede continuar postergándose si es que deseamos verdaderamente alcanzar un nivel de existencia más justo para la sociedad y sus artistas.

(fragmentos)
El Gallo Ilustrado
El Día
10 de enero de 1993

Obra Leticia Ocharán
Obra Leticia Ocharán
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