LA PINTORA Y LOS POETAS
Sueños y antisueños en una bella artista
Nunca está por demás recordar la anécdota, porque ante cierto desenfreno juvenil siempre se hace presente: en su Diario, un escritor francés, Julián Green, escribía tranquilamente:
"A propósio de Salvador Dalí, Cocteau repite las siguientes palabras de Gide: Estos jóvenes pintores son asombrosos. Lo saben todo. ¡Hasta saben que un caballo debe representarse por una espina de pescado!
Porque es posible soñar una espina de pescado, y caer en la más densa pesadilla; pero un caballo, tan perfecto, tan celestial, no tiene lugar sino en el mito.
No, no hay caballos ni peces desollados en los cuadros de Leticia Ocharán. Pero hay sueños y una singular mitología, y, lo más importante: parece saberlo todo, efectiva e irrealmente. ¿O real y afectivamente?
Adentrarse en la irrealidad, en el ancho y sinuoso territorio de lo onírico, es enfrentarse a un peligro constante. Es entonces cuando hay que saber que una nube no debe representarse por una flecha enloquecida. O tal vez sí.
Sensual, delicada, audaz, poética... ¿Caben más calificativos para una pintura que llega directamente a los sentidos, los posee y los vuelve de revés o de cabeza? Línea de lentas y finas ondulaciones; audacia para penetrar el mito, y poesía en todo momento.
Una pintura, la de Leticia Ocharán, que es en esencia simple magia, elemental encantamiento.
Leticia, alegre maestra, bella maestra de optimistas metáforas.
Thelma Nava