LA PINTORA Y LOS POETAS
Mujer vestida de palabras
El Fuego
Leticia comparte la tibieza del fuego
que diluye el aroma de la mañana.
A ratos miro sus manos y el cuerpo
es el firmamento
que la nombra.
Que espere afuera el olvido, el hambre y la cabeza.
Las palabras son las únicas que amanecen
cuando el mundo alerta la memoria colectiva.
Ocharán y sus ojos de satín palpan la espesura
mientras en el patio de la casa
cierro el libro de su cuerpo
y el asombro enmudece ante la muchedumbre.
Hay un oficio insomne que palpita en el recuerdo,
un animal antes que una constancia,
una sábana curvada que apalea el esplendor
de los sueños de aguamar que aún, sangran.
El Agua
Me visto con tus colores mientras la luna acribilla el códice doliente
un instante es mejor que un tiempo inerte;
las palabras son cortinas líquidas,
son vidrios, son un zaguán abierto
son un libro que habla de las ceibas
para conversar sin candados
sobre la rebeldía que habita en sus entrañas.
Que espere afuera la cortesía, el pavor, la transparencia.
La nostalgia custodia la puerta de este sitio
y la ciudad no es nada,
como no fueron nada las tácticas que hicieron
que los mercaderes borraran sus murales.
El cuerpo es un lugar que nos acompaña
es la escritura del refugio de las plazas
es un jinete, a veces una nube
y otras noches, como ésta, casi nada.
Ocharán habla en ecos incorruptos,
es nómada pero permanece en cada marcha;
purifica el polvo, disipa los disparos
mientras el poema duerme
entre esqueletos y aguas.
Es hora de doblar el filo de la noche
es hora de circular
de transformar el alba
es tiempo de hacer un obituario a las pérdidas
a las víctimas que quedan en los andenes solitarios.
El Aire
Leticia con su pañuelo blanco
se despide de las derrotas;
hace una señal para quebrantar mi tormento
y verifico que el campo de batalla
esté libre de las enfermedades
que curan la vida para dejar memorias
que se pierden con los años.
Que espere afuera el rayo, la muerte y la distancia
que hablar sea el sueño del aire,
que los frutos se queden en la boca
y que cada beso sea una ceremonia.
Las palabras son un cúmulo de estrellas
que marcan en el firmamento
que la herencia que nos transforma
es lo único que podemos perseguir
para labrar la pureza de diosas sin tiempo
que, como Lilith o Leticia
no van dando tumbos al destino
porque sin agotar la timidez
supieron desde siempre
que la desolación era sólo un estallido.
La Tierra
Leticia es el albedrío, el último aullido y la calle
donde la noche espera... espera
sin urgencia
que el instante de la vida sea de luz
para viajar hacia lugares inapropiados
-por romper la costumbre-
donde el corazón encuentre el cáliz verdadero
para dejar afuera las cenizas
y palpar sus paisajes y tocar los recuerdos.
Ocharán es un trazo que conmueve
que mira con alegría a través de las tristezas.
Leticia
es la última moneda, el pie descalzo
es un alfiler que custodia las heridas
y vigila a las mujeres, que como yo,
nos diluimos en el crisol de la montaña;
que pintamos o escribimos cuando no quedan lágrimas.
Leticia
que espere afuera la muerte
mientras me cubro con tus lienzos.
Que espere el mundo afuera,
Ocharán toma mis ropas
pinta mis manos
las viste de palabras.
Ylia Kazama - 2007
Cuatro elementos visten las palabras